lunes, noviembre 14, 2005

Destino Paris - La llegada

Con el culo dolorido de estar sentados en el fordfi llegamos a París. Fue de película, pero de película de Alfredo Landa en sus mejores momentos. No podía ser para menos y dimos el cante a más no poder. Hubo momento de risa, locura, desesperación, discusiones, llanto, insultos, entre nosotros y a los demás, casi atropellamos, nos atropellan. La ciudad preciosa, muy iluminada... por los coches. Eso no era normal. No puede ser una ciudad con peor circulación para el tráfico, no hay rotondas, son todo cruces, y las rotondas que hay son más peligrosas que los cruces porque a los parisinos nos les queda clara la utilidad de las mismas.
Nuestro problema era encontrar un aparcamiento para aparcar el coche sin pagar (como siempre). Para ello nos desplazamos hasta la periferia e ir en metro hasta el centro. Cuando llegamos allí, de verdad que entiendo los conflictos que hay ahora en Francia, nos dió hasta miedo salir del coche. Así que después de estar casi 3 horas dando vueltas para encontrar el hotel y aparcar ( y no estoy exagerando) llegó la ostia.
La ostia del primer día me dolió hasta lo más hondo de mis entrañas. Al llegar a la recepción de pseudo-hotel que teníamos reservado nos dicen que no contaban con nuestra llegada porque nadie les había dejado una nota y que no quedaban habitaciones. Hasta ahí podíamos llegar. Vuelvo a repetir que acepto que me insulten, me intenten atropellar o mi capacidades artísticas escultóricas al amontonar ropa encima de mi mesa sin que ni por un momento la escultura pierda su consistencia no sean reconocidas ni por mi propia madre, pero que me toquen el sueño no se lo tolero a nadie, naaaadie. Y en ese mismo intante era capaz de matar con tal de que me dejaran sobar en cualquier parte. Este fue el desencadenante de toda la violencia que podemos ver en Francia y no las razones que nos dicen en la tele. Al final nos dieron una habitación para diez personas pero solo tuvimos que pagar cuatro camas y toda la habitación era nuestra.

Como coña decir que en la mismo hotel nos encontramos con una Erasmus de Extremadura que se llama Maria y que estaba buscando un piso para dormir. Estos extremeños te los encuentras donde menos te lo esperas.

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